Era un día de invierno cuando el perro negro del barrio cambio su vida. Era grande, de pelo brillante, con ojos oscuros y penetrantes.
Al principio, los vecinos se asustaban. El perro era un poco agresivo, gruñía y ladraba a las personas y a los otros perros.
Uno de los vecinos, un hombre llamado Carlos, decidió acercarse al perro. Él era un hombre bueno y amable, y lo alimentaba cada vez que lo encontraba en la calle. Gracias a este gesto el perro negro le tomo confianza y dejaba que lo acariciara.
Carlos se dio cuenta de que el perro estaba solo. Ya lo habían echado de la casa de su vecino, y no sabía qué hacer.
Al inicio, junto a su esposa, le pusieron una casa en una de las veredas del barrio, pero él se asustó y no quiso entrar. A él no le importaba mojarse ni soportar frío, con tal de estar afuera de la que fuera su casa con la esperanza de que lo dejen entrar nuevamente.
Esta escena les partía el corazón y no sabían cómo ayudarlo, ya que soportaba las inclemencias del clima, y aunque no lloviera, siempre lo encontraban mojado.
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PERRO NEGRO DE LA CALLE AL HOGAR
Hasta que finalmente, el destino hizo su trabajo. Un lunes 21 de agosto de 2023, llovía muy fuerte y Ana desde su ventana veía como el perro negro estaba mojado y sentado en la puerta de la que fuera su casa.
A pesar de que seguía lloviendo, su antigua familia nunca le abrió la puerta, por lo que Ana ya no pudo resistir más y salió a llamar al perro negro para hacerlo entrar en su casa para que se resguarde de la lluvia. Ya luego pensaría cómo hacer para que se adapte a su manada de 6 perros.
Carlos no estaba decidido en adoptarlo, ya que como lo veía agresivo, pensaba que iba a lastimar a sus perros. Pero a pesar del temor decidieron acogerlo en su hogar.
Al día siguiente, Ana llevó al perro al veterinario. El veterinario le dijo que el perro estaba en buen estado de salud, pero que había sido maltratado.
Ana se sintió mal por el perro. Decidió darle un hogar y todo el amor y cuidado que necesitaba.
Carlos llamó al perro «Negro», ya que respondía cuando le decían así. Negro era un perro muy agradecido. Le encantaba estar con Carlos y Ana, y los seguía a todas partes.
Negro era también un perro muy obediente. Le enseñaron a sentarse, a quedarse quieto y a venir cuando lo llamaban. Lo que le falta aprender es a acostarse en su cama ya que prefiere el suelo.
Dejó de ser agresivo. Se convirtió en un perro faldero y sumiso. Le encantaba que lo acariciaran y le hablaran.
Carlos y Negro eran inseparables. Eran la mejor compañía el uno para el otro. El primero llenó el vacío de una gran pérdida y el perro por fin encontró nuevamente una familia.
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EL AMOR LO CURA TODO
Un día, Carlos estaba paseando a Negro por el parque cuando se encontraron con un grupo de niños que estaban jugando con sus perros, y uno de ellos se acercó a Negro y le gruñó.
Negro se quedó quieto y miró a Carlos, quien le habló en voz baja, y él se calmó.
Los niños estaban sorprendidos. No podían creer que Negro, un perro que había sido tan agresivo en el pasado, ahora fuera tan tranquilo y obediente.
Carlos les contó su historia, y los niños se dieron cuenta de que el amor y el cuidado pueden cambiar a cualquiera.
Negro y Carlos ahora viven felices junto a su peculiar familia, en la que el amor no conoce de especies, con lo cual han convertido su hogar en un paraíso terrenal.