Las manchas blancas que rodean sus ojos y las pronunciadas garras lo hicieron resaltar entre unos perros en Sandomo, en la parroquia Pucayacu del cantón La Maná, Cotopaxi. Un funcionario del Ministerio de Agricultura identificó el 25 de julio pasado a una cría de oso de anteojos (Tremarctos ornatus) en manos de una familia del sector.
Ante ese hallazgo, el empleado público, que trabaja para el programa de erradicación de la fiebre aftosa, se comunicó con un canal de televisión, cuenta Armando Castellanos, gerente del proyecto Oso Andino, que administra una ONG.
Castellanos indica que fue llamado para que participara del rescate de la cría, de dos meses, que había sido bautizada por la familia que lo tenía como Pinocho. El encuentro fue un día después, el 26 de julio pasado.
El osezno presentaba 8% de deshidratación, mucosas pálidas y notable decaimiento, por lo que requirió atención médica inmediata. La familia lo tenía como mascota, pero al conocer que retener una especie en peligro de extinción es un delito, lo entregó, informa Castellanos.
Este biólogo experto en osos de anteojos cuenta que Pinocho tenía una hermana. “Eran dos. Esta familia vio que la osa se alejaba de sus dos crías y asumió que los estaba abandonando, por lo que se cogió a los oseznos, la hembra no sobrevivió. En realidad la osa lo que seguramente hacía era llamar la atención de los humanos para que dejaran tranquilas a sus crías”, afirma Castellanos, quien –con autoridades del Ministerio del Ambiente del Ecuador (MAE)– llevó a Pinocho a La Maná.
Luego, el MAE asumió la custodia de la cría. A Castellanos le preocupaba el destino que podía tener el osezno ante la falta de un centro estatal para el rescate de animales silvestres. Pero días después fue llevado al ecozoológico de Baños, donde permanecerá en un área para procesos de rehabilitación y no va a estar expuesto al público, para así evitar la pérdida de su estado salvaje, informó el Ministerio.
Desde 1995, Castellanos maneja un programa con el que ha logrado regresar a su estado silvestre a 16 osos de anteojos. Algunos han sido vistos años después con crías o deambulando en las zonas donde se los liberó, como el Parque Nacional Sangay, que se extiende entre Morona Santiago, Chimborazo, Tungurahua y Cañar.
Para Castellanos, la historia de Pinocho demuestra el estado crítico de conservación de la especie que está “en peligro” en el Libro Rojo de Mamíferos.
Entre las amenazas se identifican la fragmentación de su hábitat ante la expansión de la agricultura y la cacería furtiva en toda su área de distribución. “Los osos a menudo son matados luego de ser encontrados incursionando en los cultivos de maíz o después de atacar al ganado de las comunidades locales”, dice el informe de la Estrategia Nacional de Conservación del Oso Andino.
Su hábitat se extiende desde Venezuela hasta el noroeste de Argentina, pasando por Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. En el caso nacional, sus poblaciones habitan en un área aproximada de 58.000 km² entre páramo, bosque montañoso y nublado, de los que 19.000 km² están dentro de áreas protegidas.
A nivel regional la especie está en condición ‘vulnerable’ (un rango menos grave del que al momento tiene en el Ecuador), categoría calificada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Según la información recopilada en la Estrategia Nacional de Conservación del Oso Andino, que se aplica desde el 2010, un espécimen puede llegar a pesar 200 kilos y a medir dos metros de altura parado.
Tras la recuperación de Pinocho, la ministra del Ambiente, Lorena Tapia, dio a conocer que la salud del osezno evoluciona positivamente. “Ingresó con malas condiciones de salud, desnutrición y estrés, entre otras características. Ahora tiene mejor apetito, se equilibró su temperatura y juega, esa es una buena señal”, explica Tapia.
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